«Soy consciente de que una audiencia sedienta de sangre y gloria desprecia las calles en las que se producen los minuciosos incidentes con una imagen de poca importancia. Habrá quien vea cómo funciona la maquinaria, y, al mencionar algún detalle, sienta el viento de marzo que no sopla. Para ellos no es trivial ver señales del conflicto invisible que nos rodea, rasgos del asentimiento de cabeza, una sonrisa, una carcajada de los cambios perpetuos. Y percibirán que en la vida todo se une: el tren se queda en una ceja alzada que contempla el campo. Verán la unión de las cosas, y no se preguntarán, como la gente estúpida se pregunta hoy, cómo tan gran asunto salió de algo tan pequeño».