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Virgina Woolf

  • Ana Saenzhas quotedyesterday
    Pues una vez que la enfermedad de la lectura se ha hecho con el sistema, lo debilita de forma que cae presa fácil de ese otro azote que mora en el tintero y se encona en la pluma. El desgraciado se aficiona a escribir. Y, si esto es ya bastante malo en un hombre pobre, cuya única propiedad es una silla y una mesa colocadas bajo un techo con goteras –pues no tiene mucho que perder, después de todo–, el apuro de un hombre rico, que tiene casas y ganado, doncellas, asnos y lencería, y aun así escribe libros, es lastimoso en extremo.
  • Ana Saenzhas quotedyesterday
    Pierde el sabor de todo; lo acucian hierros candentes; lo hostigan las alimañas. Daría hasta el último penique que tiene (tal es la malignidad del germen) por escribir tan sólo un librito y hacerse famoso; y, sin embargo, todo el oro del Perú no le compraría el tesoro de un verso afortunado. Así cae en la extenuación y la enfermedad, se le bebe el seso, vuelve su rostro cara a la pared. No importa en qué actitud lo encuentren. Ha pasado por las puertas de la Muerte y conocido las llamas del Infierno.
  • Ana Saenzhas quotedyesterday
    Nunca niño alguno suplicó manzanas como Orlando suplicaba papel; ni golosinas como él suplicaba tinta. Escabulléndose de charlas y juegos, se había ocultado tras cortinas, en los escondrijos que habían usado los sacerdotes católicos, o en el armario tras el dormitorio de su madre que tenía un gran agujero en el suelo y olía terriblemente a excrementos de estornino, con un tintero en una mano, una pluma en la otra y en la rodilla un atado de papel.
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    El verde en la naturaleza es una cosa, el verde en la literatura, otra. La naturaleza y las letras parecen tenerse una antipatía
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    natural; si se las junta, se hacen pedazos entre sí.
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    torpeza se aparea a menudo con cierto amor por la soleda
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    Tiró las calzas a un lado de la alcoba, la almilla al otro. Zambulló la cabeza en agua. Se restregó bien las manos. Se cortó las uñas. Con no más de seis pulgadas de espejo y un par de viejas velas para ayudarse, se hizo vestir unos calzones carmesíes, cuello de encaje, justillo de tafetán y zapatos con escarapelas de adorno, tan grandes como dalias doble
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    Las mustias complejidades y ambigüedades de nuestra época más gradual y dudosa les eran desconocidas. La violencia lo era todo. La flor se abría y se marchitaba. El sol salía y se ponía. El amante amaba y se iba. Y lo que los poetas decían en rima, la juventud lo traducía a la práctica. Las muchachas eran rosas, y su sazón tan breve como la de las flores.
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    Ellos carecían de nuestra vergüenza moderna de haber aprendido en los libros; de nuestra creencia de que haber nacido hijo de un carnicero es una bendición y ser incapaz de leer una virtud; y no imaginaban que lo que llamamos «vida» y «realidad» están de alguna forma relacionadas con la ignorancia y la brutalidad; ni, de hecho, tenían equivalente alguno para estas dos palabras. No era para buscar «vida» para lo que Orlando se mezclaba con ellos; ni perseguía la «realidad» cuando los dejaba.
  • Alii Mendozahas quotedlast year
    ¿A quién había amado, qué había amado, se preguntó en un tumulto de emociones, hasta ahora?
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