La embajada italiana se encarga de alimentar y vestir a Birhanu y Addis, y de darles atención médica. Les concede, como a los presos, un paseo diario por el jardín a eso del mediodía. Los hombres caminan silenciosa y macabramente: fantasmas de la historia flotando en un purgatorio diplomático. Tras su caminata, se les recluye en una casita del jardín donde se les mantiene vigilados. Así ha sido desde 1991 y probablemente sea así hasta el día que mueran