Imagínense que tienen un amigo que ama a Schumann y odia a Schubert, mientras que ustedes aman enloquecidamente a Schubert y Schumann les aburre mortalmente. ¿Qué disco le regalarían a su amigo para su cumpleaños? ¿Uno de Schumann, a quien él ama, o uno de Schubert, al que ustedes adoran? Por supuesto que el de Schubert. Si le hubieran dado el de Schumann se habrían quedado con la desagradable sensación de que el regalo no habría sido sincero y de que habría parecido más bien un soborno con el que pretendían calculadoramente comprar la voluntad de su amigo. ¡Cuando hacen un regalo quieren hacerlo por amor, quieren darle a un amigo un trozo de sí mismos, un trozo de su corazón! De modo que le regalarán La inconclusa de Schubert, en la que él escupirá en cuanto ustedes se hayan ido y luego, después de ponerse un guante, la cogerá con dos dedos y la llevará al cubo de la basura que está frente al edificio.