Grillo, así llaman al compañero de Pereira, no paraba de reírse con la historia de las vaginas de plátano. ¿Has probado pan negro?, le preguntaba Jota. El Grillo decía que no, pero que nunca era tarde para hacerlo. Jota sonreía y decía que la verdad es que no hay coños negros. Todos son rojos, medio morados, como el color de las sandías podridas. Y había que ver cómo se carcajeaba El Grillo. En la fiesta, el hombre se prendió rápido y terminó enredado con una vieja bajita y nalgona que Jota le levantó.
Los manes son pailas desde siempre.