De 2006 a 2012, 15.9
millones de mexicanos pasaron a ser pobres. Según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), durante el sexenio de las manos limpias y el millón de puestos de trabajo, el fuerte deterioro del mercado laboral y la precarización en aumento dejan como saldo que cada día nueve mil personas se convirtieran en indigentes y seis millones quedaran desempleadas. Inflación en alza, pérdida del poder adquisitivo, ausencia de políticas públicas
para apaciguar el golpe, organismos colapsados y perversos administradores de los recursos públicos destinados, en su inmensa mayoría, a solventar los desmesurados salarios de funcionarios mediocres que vivían como jeques en un país que se desmoronaba. Como contraste o cruel paradoja, solo en 2010, según datos del Instituto Nacional de Estudios para la Paz, México gastó cinco mil 490 millones de dólares en
«garantizar la seguridad nacional y la soberanía», fondos que destinó a la Secretaría de Seguridad, la PGR, la Secretaría de Gobernación, el Ejército y la Marina.
Millones de dólares destinados a una guerra perdida y un Estado incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, ni de sus colaboradores más importantes. Como quedó demostrado con la muerte de Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, ambos secretarios de Gobernación, que en un intervalo de tres años se estrellaron en dos «accidentes» de avión y helicóptero, respectivamente, por «errores de los pilotos». Dos hechos gravísimos que aceptó que se dijera que fueron «accidentes», cuando todos los elementos indicaban que habían sido atentados.