Eran los gusanos, gordos, redondos, pegajosos, viscosos, llenos de babas y de pus.
Eran los gusanos, que se arracimaban, que se multiplicaban, y que crecían, subían, bajaban, y corrían por todo su cuerpo en surcos flemosos.
Eran los gusanos que se lo comían como pulpos ávidos, como vampiros insaciables y voraces…
Eran sus cuerpos anillados y blanduzcos, que le chupaban todo el ser, con besos asquerosos de encías desdentadas…
¡Eran los gusanos, sus compañeros últimos, sus amigos postreros, los que llenaban su vacío y su soledad!