luzmar

La esperanza es más fuerte que el miedo. Es más fuerte que el odio.

La esperanza es más fuerte que el miedo. Es más fuerte que el odio.

—Lo si­en­to, ¿qu­erí­as dar las gra­ci­as pri­me­ro?

Estaba di­ver­ti­do. —No es exac­ta­men­te una ru­ti­na mía, pe­ro si qu­i­eres, te es­cuc­ha­ré.

—¿Tan se­gu­ro de que no ar­de­rás en lla­mas?

—Parece que es­tás con­tan­do con eso

—¿Te ha­ce sen­tir gran­de y fu­er­te em­pu­j­ar­me?

—No. Me po­ne du­ro

pro­bab­le­men­te es­ta­ba pe­ga­do a su ma­no. Si “¡Sab­ro­so!” Y “¡De­li­ci­oso!” Con una voz pro­fun­da de Candy Crush

pro­bab­le­men­te es­ta­ba pe­ga­do a su ma­no. Si “¡Sab­ro­so!” Y “¡De­li­ci­oso!” Con una voz pro­fun­da de Candy Crush no pro­ve­nía del es­tú­pi­do dis­po­si­ti­vo, es­ta­ba cons­tan­te­men­te lle­no de men­sa­j­es de tex­to y cor­re­os elec­t­ró­ni­cos.

Levantó una ce­ja. —¿Y qué es­toy ha­ci­en­do?

—Me es­tás dan­do sínd­ro­me de Es­to­col­mo.

Cu­an­do te fol­le, kot­yo­nok, te lo pro­me­to, usa­rás “joder” en más pu­tas for­mas de las que yo jamás he hec­ho.

—Me re­sul­ta di­fí­cil dor­mir con to­da la emo­ci­ón. —El sar­cas­mo era una per­ra as­tu­ta

—Ahora que lo pi­en­so, el agua se­ría me­j­or.

—¿Vas a co­mer? —Sol­té—. ¿O pre­fi­eres co­mer co­ra­zo­nes hu­ma­nos en pri­va­do?

Me mi­ró. —Sa­bes lo que pre­fi­ero ce­nar en pri­va­do