inicios de 2012, cuando el desarrollo de la enfermedad comenzaba a manifestarse en lo delgada que estaba y en fuertes dolores en la espalda, a veces no podía ni siquiera coger a su hijo. Un día se desahogaba por teléfono con una amiga: «Quiero una vida normal. Es mi ídolo. Vito me ha dicho que debo soltarlo, pero me cuesta.