Deje sus juicios tranquilos, sin perturbaciones, al curso de su propia evolución, que, como todo progreso, debe venir de lo más profundo de su ser y no puede apremiarse ni acelerarse con nada. Todo es gestar y luego alumbrar. Dejar que toda impresión y todo germen de un sentimiento se desarrolle por completo en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, en lo inconsciente, inalcanzable incluso al propio entendimiento, y esperar con profunda humildad y paciencia la hora del nacimiento de una nueva claridad: eso es lo único que se llama vivir artísticamente, tanto en la comprensión como en la creación.