Dorothea Brande

darle a las experiencias de cada jornada forma en palabras, a prever el uso que le otorgarás a cualquier anécdota o episodio del que tengas noticia, a transformar el material en bruto de la vida en materia de ficción, de manera más consistente de lo que hacías cuando la escritura era una ocupación esporádica, caprichosa, que se desataba de vez en cuando de forma inopinada, o se llevaba a cabo solo cuando sentías que tenías una historia bien amarrada.

escritor debe ser un excelente lector de sí mismo.

El inconsciente debe fluir de forma libre y rica, proveyendo a demanda todos los tesoros de la memoria, todas las emociones, incidentes, escenas, indicaciones de la personalidad y relaciones que ha almacenado en sus profundidades; la mente consciente debe controlar, combinar y discriminar entre estos materiales sin obstaculizar el fluido inconsciente. El inconsciente suministrará al escritor «tipos» de toda clase: personajes tipo, escenas tipo, respuestas emocionales tipo; el consciente se ocupará de la tarea de decidir cuáles son demasiado personales, demasiado puramente idiosincráticos como para convertirse en material artístico, y cuáles son lo bastante universales como para resultar útiles.

En el inconsciente de cada escritor se encontrará su propia historia-tipo personal, como si dijéramos: por la historia del individuo, tenderá a ver como dramáticas ciertas historias y pasará completamente por alto otras, del mismo modo que tendrá también su propia idea de la mayor felicidad posible y del bien personal. Claro que de aquí puede deducirse que las historias de cada escritor siempre guardarán un parecido fundamental entre ellas. No hay que ver esto como una amenaza de monotonía, sino que la mente consciente debe tenerlo lo bastante claro como para alterar, recombinar e introducir elementos de sorpresa y frescura en cada nuevo proyecto de historia.

quieres obtener el beneficio completo de la riqueza del inconsciente debes aprender a escribir con facilidad y fluidez cuando el inconsciente esté en el puesto dominante.

resulta sorprendente que el inconsciente, en su simpleza, se rebele ante la aburrida perspectiva de convertir una historia en escritura.

La escritura tira de músculos que de otro modo no se usan, e implica soledad e inmovilidad.

Lo más temprano que puedas, y sin hablar, sin leer el periódico de la mañana, sin coger el libro que dejaste anoche en la mesilla, empezar a escribir. Escribe lo que te venga a la cabeza: el sueño de la pasada noche, si eres capaz de recordarlo; las actividades del día anterior; una conversación, real o imaginaria; un examen de conciencia. Escribe cualquier tipo de ensoñación de primera hora de la mañana, de forma rápida y acrítica. La excelencia o valor final de lo que escribas no tiene por ahora importancia alguna.

posible que tanto el mecanografiar como el escribir a mano se conviertan en actividades naturales, de modo que el cansancio muscular no te quite de escribir.

Extender el ejercicio
Porque esto vas a hacerlo todos los días, pero habrás de elegir una hora diferente cada vez. Inténtalo a las once, o un rato antes o después del almuerzo. En otra ocasión, prométete a ti mismo que escribirás durante quince minutos antes de salir para casa por la tarde; o quince minutos antes de la cena.