—Eres un dios.
Se le agita la respiración y obtengo la respuesta. Hunde los dedos en la tela de la túnica.
—Shin, ¿de qué eres dios?
Al principio pienso que no querrá responder, pero después niega con la cabeza.
—Ya no soy el dios de nada. —Habla en una voz tan baja que tengo que esforzarme para oírlo—. Tienes que creer en algo para ser su dios.