Steven Pinker

¿Por qué no pensar, en vez de eso, que aprender a escribir es un placer, como aprender a cocinar o aprender fotografía? Perfeccionar este arte es una tarea que dura toda una vida, y los errores son parte del juego. Aunque la mejoría técnica puede basarse en lecciones de manual y pueda perfeccionarse con la práctica, debe principiar con el gusto por la lectura de los mejores trabajos de los grandes maestros y con un verdadero deseo de acercarse a su excelencia.

Esto es un zeugma: la yuxtaposición intencionada de diferentes apreciaciones de un solo término.

Un escritor de prosa clásica debe simular dos experiencias: mostrar al lector algo del mundo e implicarlo en la conversación. La naturaleza de estas experiencias determina el modo como debe escribirse esa prosa clásica. La metáfora de «mostrar» implica que hay algo que ver. Las cosas que hay en el mundo y que el escritor señala, por tanto, son concretas:

Escribir empleando el estilo clásico, por el contrario, puede adquirir cualquier forma y cualquier longitud, aquellas que el escritor necesite para presentar una realidad atractiva. La brevedad del escritor clásico «nace de la elegancia de su estructura mental, nunca de las presiones relativas al tiempo o la longitud».

La escritura clásica, con su idea fundamental de igualdad de escritor y lector, consigue que el lector se sienta como un genio. La mala escritura consigue que el lector se sienta como un idiota.

La buena escritura aprovecha las expectativas del lector, que se pregunta qué será lo siguiente. El texto acompaña al lector en un viaje, u ordena los materiales en una secuencia lógica (de lo general a lo específico, de lo mayor a lo menor, de lo previo a lo posterior), o cuenta una historia mediante un arco narrativo (o argumental).

Como todas las decisiones que se toman a la hora de escribir, el uso y la cantidad de indicadores requieren sensatez y moderación: demasiados, y el lector se perderá leyendo esas señales; demasiado pocos, y no tendrá ni idea de dónde está y hacia dónde va.

Una conclusión debería ser autónoma e independiente, como si los materiales que se están resumiendo nunca se hubieran planteado.

El estilo clásico confía en su propia voz. Si uno no está cómodo utilizando una expresión sin unas comillas exculpatorias o vergonzantes, no debería utilizarla en absoluto.

En ocasiones un escritor no tiene más remedio que proteger sus afirmaciones. Mejor aún, el escritor puede matizar sus afirmaciones, esto es, precisar las circunstancias en las cuales su afirmación no se sostiene o es impropia; y esto es mejor que dejarse una puerta de salida abierta o comportarse evasivamente respecto a lo que quiso o no quiso decir.