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Emma Reyes

  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    A los quince años tuvo un novio muy bello y muy rico que la pidió en matrimonio y dio tres años de plazo. Pero puso una condición: que solo se casaría si Carmelita engordaba, parece que era tan flaca que la llamaban alambre.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Y así fue como Carmelita abandonó el mundo y se encerró en el convento. Como seguía enamorada de su novio, no podía ser monja, pero regaló toda su fortuna al convento para que la dejaran vivir allí.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Las monjas habían pedido muchas veces que lo cambiaran, pero les respondían que había escasez de curas.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Y no me regañes, porque si tú crees que basta tener las ideas, yo te digo que si uno no sabe cómo escribirlas para que sean comprensibles es igual que si uno no tuviera ideas. Mi cabeza es como un cuarto lleno de trastos viejos donde no se sabe más lo que hay ni en qué estado.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Mi segundo trabajo, que representaba ya subir de categoría, era en el salón de bordados, pasaba el día enhebrándoles las agujas a las bordadoras. Solo me decían diez, seis, ocho, tres de hilvanar, de gusanillo, de alma, de caminos, cada palabra de esas representaba una clase determinada de hilo. Ese trabajo me encantaba.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Si tú me preguntas cuál fue el primer amor de mi vida, tengo que confesarte que fue Sor María. Era un amor rarísimo, era como si fuera mi mamá, mi papá, mi hermano, mis hermanos y mi novio. Ella reunía para mí todos los tipos de amor y todos los matices de la ternura.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Creo que fueron los días más felices de mis años de convento, estaba tan feliz que me volví payaso, no recuerdo lo que decía ni lo que hacía, pero sí recuerdo que mis compañeras y Sor María reían hasta las lágrimas.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    En esos momentos la quería con locura. Me arrodillé junto de ella y le besé las manos, ella me picó dulcemente la punta de la nariz con la aguja que tenía en la mano. Le pedí que agachara la cabeza y le dije al oído que por amor a ella iba a volver al dormitorio.

    —No, no —se apresuró a decirme—. Ya voy a bajar al claustro para hacer el chocolate. Acompáñeme y luego se va a acostar. Haré también para usted.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Todos los días tenía que cambiar el agua de los floreros y eso sí no me gustaba nada. Yo no sé si esas flores hacían caca y orines, pero olían horrible y había que lavar también los palos de esas flores.
  • Nast Huertahas quoted2 years ago
    Las monjas cuando vieron que ya empezaba a estar mejor me traían regalitos, una florecita, una estampita, caramelos, me regalaron hasta una camisa de dormir nueva, pero todas, todas, me decían que yo no tenía que contarle nada, nada a mis compañeras, que si yo contaba cometía pecado y sería castigada.
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