Una vez que aprendí a girar la llave, saqué los libros uno a uno. Los usé de juguete, de carrito para treparme, de babero ensalivado, me les acerqué sin entenderles. Quizás mis padres estaban muy ocupados cocinando, limpiando o peleándose, ninguno me lo prohibió. Después los abrí, pasé las páginas y señalé las figuritas y esperé. Quieres saber qué dice, ¿no? Y me leían. Es una ba-lle-na. Azul sonriente atravesaba el aire por encima de un charco. Este es el sol. La hormiga. El agua de azahar. El remedio. El flotador. El pacae.