La existencia de esa tierra parecía confirmar las hipótesis de Maury. El ingenioso norteamericano notó, en efecto, que entre el polo sur y el sexagésimo paralelo, el mar se halla cubierto de hielos flotantes, sumamente grandes, que no se ven jamás en el Atlántico norte. De ello sacó en conclusión que el círculo antártico encierra porciones considerables de tierra, ya que los icebergs no se forman en pleno mar, sino sólo en las costas. Según sus cálculos, la masa de hielo que cubre el polo austral constituye un amplio casquete cuya anchura debe de alcanzar a unos cuatro mil kilómetros.