Al fin y al cabo, las revistas literarias aparecían bajo toda clase de formas y aspectos, desde las publicaciones clandestinas, hechas a multicopista y cosidas con grapas, editadas por jóvenes poetas del East Village, pasando por las eruditas trimestrales y las empresas más comerciales como la Evergreen Review, hasta los suntuosos objets patrocinadas por mecenas ricachones que perdían miles de dólares con cada número.