Es increíble la cantidad de hombres que van a las putas sintiendo que las hacen gozar, pidiendo hacerlas gozar. ¡Incluso venían algunos con rollos tántricos! Realmente intentaban realizar esas prácticas con las putas. Y esos eran los peores, insoportables. Se eternizaban, pero es que además su prepotencia era enorme. Estaban tan convencidos de su verdad, tan programados, que ciertamente era misión imposible hacerles ver tu realidad: que eras una puta, que te cansaba todo eso, y que fuera breve, por favor. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.