La retirada militar de los americanos estabiliza Iraq hasta un punto que los protagonistas de la invasión jamás van a reconocer. La ocupación extranjera agudizó los odios étnicos y sectarios porque las tres principales comunidades del país adoptaron posturas radicalmente distintas hacia ella. Y desestabilizó Iraq por una segunda vía, porque asustó a los países vecinos. Lo cual no tiene nada de sorprendente, dado que los neoconservadores de Washington abogaban públicamente por un cambio de régimen en Teherán y Damasco, además de en Bagdad. Mientras hubiera un ejército de tierra americano en Iraq, los países vecinos iban a seguir fomentando los ataques de los grupos guerrilleros suníes y chiíes contra las tropas estadounidenses.
Un peligro cuando se marchen los americanos es que los estados suníes se nieguen a reconocer el primer gobierno de mayoría chií en el mundo árabe desde los fatimíes, y que apoyen una resistencia suní en su contra.