La cojo de nuevo y la estrecho contra mí, susurrando: «Te quiero, pequeña, no voy a hacerte daño», pero lo primero es mentira y lo segundo a lo mejor también, solo que no estoy segura. Debería sentir el impulso de protegerla, pero lo único en lo que puedo pensar es ese punto blando, ese lugar donde podría hacerle daño si lo intentase, donde podría hacerle daño si quisiese.