Edad
Su espalda y el respaldo
no se llevan,
no se llevan, tampoco,
el asiento y sus nalgas.
Ya no hay sillas dóciles;
en cambio, su cama
le sigue siendo hospitalaria,
sobre todo cuando duerme.
Con los ojos abiertos
le aburre, le desespera,
se nutre de presagios
dictados por la edad y las reumas;
a veces recuerda techos de adolescencia,
aburridos y amargos,
en espera de un amor o una fiesta.
Ahora, mirando hacia arriba
o con los ojos cerrados,
sólo espera
que remita el dolor de la espalda.