Catalina González Vilar

  • ametssamuelhas quoted6 months ago
    dera que la mantenían a salvo de la crecida anual del río. Al otro lado, junto a un terreno bien cuidado y un pintoresco estanque, encontró una caseta de madera como las que hay en muchos jardines ingleses a modo de semillero. Llamó con fuerza y, aunque nadie contestó, la puerta resultó estar abierta. Asomándose, Floren entrevió unos estantes vacíos que recorrían las paredes laterales y, al fondo, una mesa de trabajo con algunas herramientas de jardinería. Aún no se había decidido a entrar cuando una voz tras él le sobresaltó:

    –O professor não é aquí.

    Floren, que por aquel entonces aún no sabía portugués, trató de girarse para ver quién le hablaba, pero descubrió que sus pies se habían hundido completamente en el barro.

    –¿Perdone? –dijo, inmovilizado–. ¿Sabe dónde está el profesor?

    –O professor não é aquí –repitió aquella voz de mujer–. El profe
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    Cada noche podía tocar unas piedras
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    que habían cruzado el universo y compartir su
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    misterio. Me bastaba sostener una de ellas para
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    entirme un poco más audaz.
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    meteoritos tienen ninguna posibilidad de aburrirme.
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    Un olor poderoso, de alcohol y azúcar, subió hasta su nariz.
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    creo que nada que yo le diga pueda resultarle más ilustrativo que eso.
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    ¿Fuerte? ¡Es puro veneno! Lo hacen en Ibunne y lo comercializan por toda la zona –resopló de
  • Nashly Monterotaverashas quoted2 months ago
    Trago del Diablo
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