Lina Munar Guevara

Mi papá era un agujero negro en el que las conversaciones morían. Si uno se acercaba mucho, ¡tas! se chupaba todo el aire.

Y yo no sabía cómo arreglarlo. Yo no sabía nada de nada sobre arreglar cosas, solo sabía romperlas.

Es que cocinar es como hacer magia, transformar los ingredientes, hacerlos desaparecer y reaparecer.

vas a imaginar que rompes las cosas, pero no lo vas a hacer, ¿me oyes? Vas a imaginar que rompes los cuadros y la mesa y la lámpara y las cortinas hasta que te calmes. Y si eso tampoco sirve, pues vuelves a intentar.

Sería ridículo hacerlo porque Karen estaba pensando en trabajos y nombres y cesáreas y cunas y matrimonio. Era como si, de repente, ella hubiera crecido antes que yo, sentía que si le hablaba de restaurantes o canciones sería como cuando un niño corre a mostrarle un dibujo a su mamá y ella solo puede darle unas palmaditas en la cabeza y un “Muy bonito” sin importar lo que esté en el papel. Eso me pareció un poco triste porque me habría gustado contarle esas cosas.

Cuando me miraba al espejo, a veces me parecía que era bonita y otras veces me parecía que no lo era, pero que sabía aparentarlo. A veces me daba la impresión de que si alguien se quedara mirando, si se acercara demasiado, se daría cuenta de la mentira y, como una camisa vieja, me vería las costuras mal hechas, los remiendos, las manchas, los rotos. Verse bien es cubrir todo eso que quedó mal hecho, esconderlo. Verse increíble es hacer que los demás se enamoren de esas cosas.

Hay conversaciones que están hechas para tenerse junto al mar y hay otras que están hechas para no tenerse nunca y volverse agujeros negros, pero es difícil saber cuál es cuál.

Le sonreí y abrí la puerta.
—Igual me voy a graduar —le dije, mientras me subía—. No sé cuándo, pero lo voy a hacer. Y ¿sabes qué me gustaría ese día?
—¿Irte de rumba? —preguntó, mientras prendía el carro.
—Obvio, pero también que cuando llegues con tu vestido nuevo y yo le diga a todos miren, esta es mi tía, alguien diga que nos parecemos tú y yo.
La tía Anahí sonrió. El carro empezó a avanzar.
—Sí, a mí también me gustaría.

Te vayas a donde te vayas las cosas se van con vos. Siento que estoy llena de vida y también que no lo soporto.

Del barrio hay que irse sigo diciendo aunque ya me fui.

SILVINA GIAGANTI

La cocina está llena de contradicciones,