Yace en su jergón y piensa en su mujer. Medita sobre el hecho extraño de que todos los hombres, por desdichados que sean, tienen recuerdos de amor, de caricias, de besos, de juegos, de alegrías, de canciones y danzas, y que todos los hombres tienen miedo a morir. Hasta cuando la vida carece de todo valor, se aferran a ella. Aun cuando están solos y lejos del hogar y desprovistos de toda esperanza y toda perspectiva de regresar a su hogar, y están sometidos a todas las indignidades y penas y crueldades y son alimentados como si fueran simples bestias y se los adiestra para que otros se diviertan, aun en esas circunstancias se aferran a la vida.
El hombre en busca de sentido