Alejandra Costamagna

Las primas hablan de sus años de nietas en ejercicio

Ania piensa que sus pensamientos no son enteramente suyos

y Nélida hablaba de una guerra al otro lado del charco, al otro lado de la memoria

no fuera a ser cosa que sus orígenes se la tragaran y ya no pudieran recuperarla

Como si de golpe hubiera decidido nacer de nuevo y no reprochar ningún proceder; convertirse en la persona que siempre debió haber sido. No venirse a América, no casarse, no tenerlo a él, a Agustín

De un minuto a otro dejan de ser personas y pasan a ser cuerpos

Una complicación al final las propiedades que dejó la parentela, más que una herencia

Ania se busca y no se encuentra, todavía no existe. Ya no existió, corrige para sí misma, nunca va a ocupar ese espacio. Todos muertos, los retratados

Ania se siente extrañamente acompañada. Es como si hubiera estado conversando con todas las edades que una vez tuvo

se acercaron al féretro y esa fue su primera visión de la muerte. A sus abuelos nunca los vio sin vida, a su madre tampoco. Habían muerto y se habían esfumado, ya está. Su cabeza de niña los había borrado con facilidad, porque para ella no existieron los cadáveres.