El cuerpo activo, haga lo que haga, es la prueba de la vida; vive contra la gravitación, intenta evitarla al ponerse en posición vertical. La vida se dirige hacia arriba. Una vida con las alas cortadas es un fracaso. Comienza a imponerse la impotencia, nos carga con el peso del abatimiento, del desánimo, del cansancio. El hombre se echa entonces, se tumba. Descansa. Deja que el cuerpo sea exclusivamente lo que es: cuerpo. Se libera de sí mismo para que su cuerpo se reencuentre.