Entonces sentimos que allí, donde no están ya los perfumes, sino sus frascos rotos, donde no está ya la música sino sus aparatos en ruinas, donde no está ya la moda sino sus jirones desechos, allí, entre los plásticos indestructibles y junto a los arroyos sucios y espumosos, tal vez se anuncia el mundo verdadero y el verdadero porvenir.