De un tiempo a esta parte, sin embargo, las cosas han empezado a cambiar. A pesar de que es tímido hasta la exasperación, a muchas de las chicas de mi clase les gusta, lo que me inunda de una conflictiva mezcla de rabia y orgullo. Sin embargo, aún se siente incapaz de hablar con sus compañeros, rara vez sonríe fuera de estas paredes y siempre, siempre, porta la misma expresión distante y atormentada, con un toque de tristeza en los ojos. En casa, no obstante, cuando los pequeños dan problemas o cuando bromeamos juntos y está relajado, muestra una parte de sí mismo totalmente distinta: adora las travesuras, se le forman unos hoyuelos al sonreír y tiene un autocrítico sentido del humor. Pero incluso durante esos breves instantes, siento que esconde una parte oscura y triste de sí mismo.