El debate profesionalismo-amateurismo se vuelve cada vez más crucial, ya que en el sistema del arte vivimos un ordenamiento creciente de todos los intercambios, que se pone de manifiesto en el hecho de que relaciones antes informales o laxas –entre artistas, asistentes de artistas, curadores, críticos, museos, vendedores, compradores– tienden a una creciente reglamentación, con lo que ello conlleva de concientización de derechos y obligaciones, pero también de burocratización y eventual sometimiento a las demandas del trabajo profesional.