Mamá, no sé si habrás podido llegar hasta este punto en esta carta, o si no has llegado hasta aquí en absoluto. Tú siempre me dices que se te ha hecho demasiado tarde para aprender a leer, con tu pobre hígado, tus exhaustos huesos; que después de todo lo que has pasado en la vida lo único que te apetece es descansar. Que la lectura es un privilegio que me pudiste brindar con lo que tú perdiste