Natalia Toledo

porque mi éxodo comenzó a los ocho años,

donde yo vivía no era yermo,

había comunidad, cohetes y su estremecimiento,

había libertad que no es más que creer en los otros.

tuve que alzar una antorcha que nacía de mi vientre,

incineré mi cuerpo para creer en la justicia

bicaaguie’ xhaba lade’ bidxe’ ri, ti ganna’ n

¿qué pasa si uno se queda con su ignorancia?,

¿no es mejor un propio inventario?

Ahora, sin puerto, sin balsa, sin morada,

me refugio en el silencio:

un estado de coma.

¿A qué se parece mi felicidad?

Soy una mosca,

un punto sobre una hoja de un almendro

a punto de partir, a punto de parir

¿Qué es ser indígena?

Una ingenuidad de leña,

una apuesta, un velamen de barbas crecidas

con la grandeza de una mirada del mundo.

Despeñadero,

nunca más un sitio,

un huarache de cuero en forma de araña sujeta los pies,

una bolita de sal acumulada,

un cuerpo para siempre incompleto

Es verdad que mi piel te quiso:

cerré los ojos para poder mirar bajo el cielo las estrellas

pero no pude ver ninguna luz contigo.

Por todo lo que inventé para tener una vida.

Yo canto.

Dije: No más lágrimas, y no he parado de contar estrellas.

A pesar de la danza hermosísima de las palmeras

existe el milagro de estar sola.

ponle nombre a tu tristeza,

para conocer el rostro de lo que añoras