Ricardo Raphael

Donde hay poca justicia es peligroso tener la razón.

QUEVEDO

Tanto los que se quedan como quienes se van saben que para sobrevivir hay que tener la piel recia y la voluntad fuerte.

Las personas desaparecidas pierden el derecho para identificarse a sí mismas. Alguien más, no importa cuán próximo sea, usurpa la memoria de quien no está.

¡Qué golpe de suerte más formidable fue haber dado con esa fotografía de Chalma! Ahí, a todo color, hallaron el hilo que unía a los criminales que le habrían arrebatado la vida a Hugo Alberto Wallace. Se trataba de la banda de se

Él no tendría estudios, pero de hambre nunca iba a morirse. Solía decir que ésa fue la verdadera herencia que le dejó su papá.

—Inclusive en la época de la Santa Inquisición, cuando era legal torturar a las personas para que confesaran sus delitos, sólo eran tomadas en consideración aquellas declaraciones que se ratificaban ante un tribunal —comenzó ilustrando la licenciada Treviño.

—No venga a lucirse con su cultura, abogada.

Y entonces Juana Hilda responde: «Un serrucho». ¿Un serrucho? La diferencia entre una sierra eléctrica y un serrucho son como dos mil años de evolución humana —se desesperó Treviño.

Una cosa es obtener conclusiones a partir de un conjunto de hechos confirmados y otra muy distinta es producir una ficción para luego hacerla pasar como verdad.

Sin embargo, ésa fue su oportunidad para aprender que no basta con tener la verdad, y tampoco con ser la mejor abogada. Nada se sostiene cuando se impone la influencia de los que mandan.

En resumen, la presunción de inocencia jamás fue un derecho que las personas imputadas merecieran.