Me pregunta por qué amo tanto al mar.
Explicarlo en palabras, casi no podría.
Será tal vez, porque si a su nombre
le antepongo una A, ¡se lee Amar!
O porque soy pisciana, signo de agua,
agua de mar.
O es quizá porque al nacer traje
como auténtico y náutico equipaje
un gran tratado de oceanografía
y en mi cordón umbilical traía
un nudo, un hermoso nudo de marinería,
y contaba mi abuela que al nacer lloré
con la sísmica fuerza de un oleaje.
O puede ser, porque en la bateíta de chachajo
que me sirvió de cuna
alegre sentí del mar su cercanía,
es que la Guapireña brisa de mi niñez
acarció, sabor y olor de mar traía.