Nuestro hermoso desastre ya no es un accidente o un signo trágico de una decadencia interminable, sino una parte integral del diseño general. La cultura del diseño de hoy es una expresión de nuestras vidas intensamente prototípicas. Somos los adictos a la experiencia que desean exprimir los placeres de la vida para agotarla por completo. Y, sin embargo, es notable el poco progreso transformador que hemos logrado. Queremos mucho, y hacemos tan poco. Nuestro estado precario se ha hecho perpetuo.