no tenían apellidos permanentes antes del siglo XIV. En la China de la dinastía Qin había apellidos desde el siglo IV a. C., con fines «impositivos, para trabajos forzados y reclutar tropas».[198] Pero en Europa, como señala Scott, la gente tenía un nombre y, si se necesitaba algo más, a veces añadían su ocupación (Miller, «Molinero»; Baker, «Panadero»; Smith, «Herrero»), dónde vivía (Montes, Arroyo) o quizá el nombre propio del padre o del clan (Johnson, Richardson, Hernández)