Mariana Zapata

pero era el suyo el que destacaba. No porque su apellido fuera el mismo que el de una de mis personas favoritas en el mundo, sino porque su nombre me recordaba a Satanás.

Estaba bastante segura de que sus padres lo habían adoptado directamente del infierno.

Puedes hacer una foto si vas a mirar —dij

Iba a ser un escalón para el futuro. Tal vez una tirita para el pasado. Un impulso para el presente.

El pasado se quedaba dónde estaba, porque por mucho que me hubiera gustado prenderle fuego y verlo arder, eso no podía suceder.

Sobre todo, porque iría a la cárcel por doble homicidio, y ese tipo de cosas estaban mal vistas.

—¿Pusiste el apartamento en alquiler después de que te dijera literalmente que no lo hicieras las cincuenta veces que sacaste el tema? —preguntó el hombre con esa voz locamente tranquila que no había subido en volumen, pero no importaba porque de alguna manera sonaba incluso peor que si hubiera gritado.

Hasta yo quise estremecerme y ni siquiera me estaba hablando.

No es técnicamente la casa —susurró el chico, Amos, antes de mirarme por encima del hombro.

Me saludó con la mano, temblando.

A mí.

No sabía qué hacer, así que le devolví el saludo. Confundida, muy confundida, y preocupada ahora.

¿Planeabas dejar que algunos raros se quedaran aquí mientras yo no estaba?

¿Raros?

¿Yo?

eso hizo que el hombre diera un paso adelante bajo una mejor iluminación, brindándome mi primera buena mirada a su rostro. A todo él.

Y qué rostro tenía.

Básicamente, este hombre que discutía con un niño preadolescente o adolescente, con una pistola en el cinturón y vistiendo lo que parecía para mí una especie de uniforme de las fuerzas del orden, era increíblemente guapo.

Y… era un zorro plateado, lo confirmé cuando la luz iluminó su cabello a la perfección para mostrar lo que podría haber sido marrón o negro mezclado con el color mucho más claro y llamativo.