Camila Valenzuela León

El miedo me lo quitó todo
menos la memoria.

Al principio, fue el cansancio que no me dejaba salir de la cama. Podía estar acostada durante días, semanas. Es parte del duelo

—Cuando esto termine, vamos a ir unos días a tomar solcito a la playa —

Soy esclava de mi cuerpo y de lo que sea que quiera hacer conmigo. Un día bien, al otro mal, al siguiente peor. Un día mal, otro peor, al siguiente un poco mejor. Quién sabe. Hagamos una apuesta. Nadie ganará. Mucho menos yo).

Todo lo que me hacía feliz este cuerpo ya no puede hacerlo

Un nuevo diagnóstico: nefritis lúpica.
(El lobo despertó. Se sienta paciente a mi lado, soy un cuerpo acostado de boca sobre la tierra seca y caliente. Yo también espero, aunque a la muerte. Me muestra sus colmillos, tan blancos, brillantes. Empieza por la espalda baja, muerde huesos y articulaciones, venas y músculos, hasta llegar a los órganos. No tiene apuro. Podría estar toda la vida llevándose la mía.

(Te fuiste. Tomaste una decisión. Hiciste un plan, no le contaste a nadie, ni siquiera a mí. Ni siquiera a mí. Crecí y no volviste.

Nos pasamos la vida planificando lo que nunca será.
Luego, con el tiempo que nos queda, vivimos tratando de alcanzar las cosas que ya no existen.

Nos pasamos la vida planificando lo que nunca será.
Luego, con el tiempo que nos queda, vivimos tratando de alcanzar las cosas que ya no existen.

Voy en la búsqueda de una historia que creí conocer, pero solo imaginé.