Una forma defensiva y psicopatológica de hacer frente a la carencia la representan las llamadas personalidades psicopáticas o antisociales. Son una reacción posible al daño recibido. Beben de las aguas de la frialdad de lo esquizoide y se nutren de la arrogancia de lo narcisista. La sociedad capitalista y mercantilista, que hemos denominado de perfil bajo, las auspicia y las protege. Las personalidades con tendencias psico y sociopáticas (también llamadas por el DSM antisociales) buscan el beneficio propio, no colectivo, carecen de empatía por las necesidades ajenas y son conscientes de lo que hacen, por qué lo hacen y de las repercusiones que tienen sus actos. Carecen del sentimiento de culpa, e incluso del de vergüenza, lo que les lleva a tener un nivel bajo de ética; predomina la falta de solidaridad con los demás y, por tanto, carecen del respeto necesario para la convivencia entre personas.
Para no sentir las carencias vividas han desarrollado un sistema defensivo que ha cristalizado y se ha convertido en la estructura de su personalidad. En realidad, es un «falso self» en el sentido de Winnicott (1960), el verdadero self o, dicho de otro modo, lo más auténtico de la persona permanece oculto; aquello que tiene que ver con la fragilidad, con la capacidad de sentir pena con el reconocimiento de necesidad, permanece oculto y puede incluso llegar a desactivarse, ganando terreno el falso self, hasta incluso convertirse en el único self. El triunfador, el lobo de las finanzas, el que no tiene escrúpulos, el que Tizón llamaba en 1982 el ejecutivo-agresivo-nunca-deprimido, producto de una sociedad mercantilista y descarnada de lo afectivo y de lo emocional de las relaciones humanas, puede ser un falso self que actúa como un único self.