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Francesc Sáinz Bermejo

  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    En realidad, para Winnicott las pulsiones derivadas del ello no tienen ningún sentido hasta que existe un yo capaz de contenerlas y de pensarlas, y el yo empieza a existir cuando el entorno actúa como auxiliar de este ofreciéndole su capacidad para sentir y para pensar. La capacidad para estar a solas se desarrolla a partir de la experiencia repetida de estar con alguien que te protege y, a la vez, te permite tu propio ensimismamiento. Estar solo en presencia de alguien que te contiene permite desarrollar la relación con uno mismo.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    En «La capacidad para estar solo» (Winnicott, 1958), nos sumerge en lo que Freud y otros autores como Melanie Klein llaman «el mundo interno». Para Winnicott, la soledad siempre se relaciona con la interacción-vinculación con el otro, por lo que la soledad y los sentimientos que se desprenden dependen siempre de la relación con alguien.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    La mente, tan necesaria para pensar y comprender los sentimientos, puede convertirse en un problema para las emociones, los sentimientos y la espontaneidad. El concepto de mentalización surge de la escuela francesa de psicosomática (Marty, 1963), relacionado con la alexitimia, la incapacidad para expresar emociones a través de las palabras. Sin embargo, lo verdaderamente significativo no es la imposibilidad de expresar, sino la incapacidad para realizar nexos entre los acontecimientos y las emociones, es decir, en todo lo que tiene que ver con los sentimientos. Para la escuela francesa, el pensamiento operatorio, o concreto, está relacionado con la inactividad del preconsciente. Es decir, algo se mantiene en el inconsciente y algo se registra en el consciente, pero no hay nexos entre ellos. La persona vive «ignorante» de la repercusión que tienen los acontecimientos en su mundo emocional. El insight no puede activarse; faltan los puentes necesarios que nos permiten sentir para luego poder pensar. Para Winnicott (1963d), la persona tiene miedo de vivir algo que en realidad ya sucedió, pero que no estaba allí para registrarlo en su conciencia.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Lo que teme que suceda en realidad ya tuvo lugar. Volver a un estado de no integración cuando la vivencia es la de no ser sostenido es algo muy difícil de soportar. Para Winnicott, el paciente se defiende de este miedo a través de la desintegración. Otra paradoja: la desintegración es una defensa para no vivir (de nuevo) una experiencia impensable. Si se le ofrece al paciente un encuadre adecuado que le proporcione la experiencia de ser sostenido y comprendido, este podrá dejarse llevar y podrá sentir las emociones que luego podrán ser pensadas y llevadas a la conciencia. En casos graves no conviene dejarse llevar por la idealización de nuestras capacidades como terapeutas, ya que nuestro trabajo proporciona bases para la contención y la reparación de experiencias infantiles, pero hay daños que una vez han sido causados y se han instalado en las entrañas del sujeto no se pueden modificar por una nueva experiencia, por adecuada que esta sea. En el trabajo sobre el miedo al derrumbe, publicado póstumamente, Winnicott argumenta que el paciente tiene miedo a vivir un derrumbe ya vivido, pero no vivenciado. Se le ofrece, por tanto, la posibilidad de atreverse a derrumbarse con la esperanza de que esta vez sea sostenido y, sobre todo, reconocido. El paciente ahora puede sentir que se encuentra con un analista suficiente e insuficientemente bueno, capaz de ayudarlo y, a la vez, de reconocerle sus propias fallas. Si el analista reconoce su implicación en el bienestar y también en el malestar del paciente, le da un margen a este para que sienta su propia implicación emocional. Es algo muy diferente al enfoque clásico en el que el analista muestra al paciente sus proyecciones para que este se haga cargo de su funcionamiento con los demás. No es que creamos que está mal, sino que es insuficiente.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Para Fonagy (2005), la mentalización es la representación simbólica de los estados mentales, y la relaciona de manera directa con la cualidad de los vínculos afectivos. Lógicamente, la capacidad para sentir y comprender el mundo emocional proviene de las experiencias con personas capaces de sentir y comprender el suyo propio. La empatía es la forma más primaria de identificación con el otro, y para Freud (1921) era el primer lazo de amor.

    Para Fonagy, los traumas vividos, por ejemplo todo lo que tiene que ver con el maltrato, dificultan la capacidad para la mentalización. Para Winnicott, cuando el niño se siente en peligro de no ser sostenido por sus adultos, desarrolla un falso self que en algunas ocasiones se convierte en una mente separada del psique-soma (1949). La actividad hipertrofiada de la mente le sirve al sujeto para protegerse, pero le impide mentalizar y simbolizar su sufrimiento.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    La mentalización representa la capacidad para vincular estos aspectos entre sí; es cuando los sentimientos se van organizando, vinculados a las experiencias y a las representaciones mentales que se tiene de ellas.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    La mentalización implícita tiene lugar porque se rememoran estas experiencias sutiles que tienen que ver con los cuidados más que con las palabras, aunque se necesitan ambos elementos. El tono y timbre, la prosodia de la voz, la textura de las manos, los olores, la mirada de reconocimiento del pequeño, el intento de entender la comunicación preverbal, todo ello es lo que Winnicott llama la unidad psique-soma; la palabra da sentido a la experiencia, como si fuera una especie de colágeno, y la mente lo puede procesar. Todo ello predispone la capacidad para mentalizar.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Aquello que no ha tenido una traducción por parte del entorno no se puede nombrar.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    La figura adulta cuidadora puede entender que su niño está en un estado de máxima dependencia, que necesita de un amor incondicional, amor primario (Balint, 1968), y que es preciso sostener al bebé para que viva la experiencia transicional de que él crea el mundo con el que se relaciona. La figura adulta cuidadora sabe que no puede dejarlo solo más tiempo del que el pequeño pueda resistir y perder dentro de él la relación con el cuidador (objeto externo). Deberá prestarle su mente o su capacidad para pensar y sentir, incluso para defenderse, para que él pueda ir desarrollando su forma particular de sentir, pensar y defenderse. Si la mente del niño no ocupa demasiado lugar es porque la confianza se ha ido instalando, momento en que la criatura está preparada para las vicisitudes que la vida le va a deparar; podrá entonces vivir la desilusión de la omnipotencia y enfrentarse a las frustraciones, reconociendo la dependencia. Cuando esta es absoluta, no puede haber reconocimiento de ella. Cuando empieza el reconocimiento de la existencia del otro como facilitador y proveedor de las experiencias emocionales es cuando se puede reconocer cierta dependencia del otro, y el proceso avanza hacia la integración del self.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Una forma defensiva y psicopatológica de hacer frente a la carencia la representan las llamadas personalidades psicopáticas o antisociales. Son una reacción posible al daño recibido. Beben de las aguas de la frialdad de lo esquizoide y se nutren de la arrogancia de lo narcisista. La sociedad capitalista y mercantilista, que hemos denominado de perfil bajo, las auspicia y las protege. Las personalidades con tendencias psico y sociopáticas (también llamadas por el DSM antisociales) buscan el beneficio propio, no colectivo, carecen de empatía por las necesidades ajenas y son conscientes de lo que hacen, por qué lo hacen y de las repercusiones que tienen sus actos. Carecen del sentimiento de culpa, e incluso del de vergüenza, lo que les lleva a tener un nivel bajo de ética; predomina la falta de solidaridad con los demás y, por tanto, carecen del respeto necesario para la convivencia entre personas.

    Para no sentir las carencias vividas han desarrollado un sistema defensivo que ha cristalizado y se ha convertido en la estructura de su personalidad. En realidad, es un «falso self» en el sentido de Winnicott (1960), el verdadero self o, dicho de otro modo, lo más auténtico de la persona permanece oculto; aquello que tiene que ver con la fragilidad, con la capacidad de sentir pena con el reconocimiento de necesidad, permanece oculto y puede incluso llegar a desactivarse, ganando terreno el falso self, hasta incluso convertirse en el único self. El triunfador, el lobo de las finanzas, el que no tiene escrúpulos, el que Tizón llamaba en 1982 el ejecutivo-agresivo-nunca-deprimido, producto de una sociedad mercantilista y descarnada de lo afectivo y de lo emocional de las relaciones humanas, puede ser un falso self que actúa como un único self.
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