En realidad, para Winnicott las pulsiones derivadas del ello no tienen ningún sentido hasta que existe un yo capaz de contenerlas y de pensarlas, y el yo empieza a existir cuando el entorno actúa como auxiliar de este ofreciéndole su capacidad para sentir y para pensar. La capacidad para estar a solas se desarrolla a partir de la experiencia repetida de estar con alguien que te protege y, a la vez, te permite tu propio ensimismamiento. Estar solo en presencia de alguien que te contiene permite desarrollar la relación con uno mismo.