Hay algo, una atracción velada de tristeza, que en vez de menguar parece aumentar con los años. Quizá tenga que ver con el hecho de que las habitaciones de mi memoria se vacíen cada vez más aprisa. Alguien va abriendo las puertas una a una, pasando de una habitación a otra con la esperanza —mezclada con temor— de encontrarse en alguna de ellas consigo mismo, allí donde todavía sigue entero.