Travis Baldree

—Porque las cosas no tienen por qué seguir siendo siempre como eran en un principio.

Si uno vive lo suficiente, se da cuenta de que hay personas que son capaces de resolver un problema si se le dan las herramientas adecuadas. Y yo nunca me lo pensaré dos veces a la hora de contratar a alguien así

—Sinceramente —dijo Viv—, si algo he aprendido en esta vida es que, si una bestia no está todavía enfadada, no hay que provocarla.

Entonces, la Viv más antigua y salvaje se abrió paso violentamente, susurrando: «Esto es lo que ella es. Ya lo has sentido antes. Lo mantiene oculto hasta que le hace falta y, entonces, deja que campe a sus anchas, y tú caes bajo su embrujo».
A pesar de que ese pensamiento desolador se expandió por su mente como las llamas espectrales, se desvaneció igual de rápido bajo la luz del alba.
El aura reconfortante y palpitante de Tandri, que había percibido fugazmente unas cuantas veces, no estaba presente.
Ahí no había nada arcano, ninguna fuerza mística, ningún truco.
Ninguna magia, para nada.
Por mucho que Tandri mantuviera la compostura, vio en su cara que esperaba una reacción. Se estaba preparando para ello, para ser atacada, ignorada o aceptada.
Y las tres opciones la aterraban.
Viv levantó una mano y, cuidadosamente, le acomodó un mechón chamuscado detrás de la oreja.
Tras respirar hondo bruscamente, inclinó la cabeza hacia delante y sus labios rozaron los de Tandri, con la suavidad de un susurro.
Entonces la rodeó con los brazos, procurando no apretarla demasiado.
Tandri le devolvió el abrazo.

Las piedras no concedían buena suerte, pero se podría decir que eran… unos puntos de reunión. Hoy en día, hay muy poca gente que lo sepa, pero «el anillo de la suerte» es una vieja frase hecha de los acuáticos. Hace referencia a… un círculo de gente destinada a conocerse, supongo. Atrae a individuos afines, lo cual puede ser una gran suerte, por supuesto. ¡A veces no puede haber mayor suerte que esa! Pero eso no era lo que la mayoría buscaba. Aunque tal vez sí fuera lo que deberían haber buscado, ¿eh?

He pensado que no tienes que olvidar quién fuiste…, porque eso fue lo que te trajo aquí.

LO QUE LAS LLAMAS NO PUDIERON CONSUMIR
NUNCA SE EXTINGUIRÁ