Virginia Mendoza

Italo Calvino, el infierno lo formamos estando juntos y juntas. No lo hacen solo los demás

Hay mucho romanticismo en nuestra cultura, pero muy poco amor.

Somos personas con principios, putones con ética.

A menudo, se subía a las copas de los árboles para leer.

Un sueño que ella acostumbraba a verbalizar y del que los adultos solían burlarse. Todos menos uno, su madre, Vanne, la mujer que siempre la apoyó en todo

En ese momento, Jane había renunciado por completo a sus sueños y había empezado a asumir que trabajaría toda su vida como secretaria en Londres.

Pasaba largos ratos sola, en compañía de Dimmy, su amigo imaginario, con el que tenía largas e intrincadas conversaciones.

Jane casi llegó a olvidarse de su propósito, pero el destino a veces se abre paso a la fuerza, llamando a la puerta de manera inesperada.

día, al salir del museo para volver a la oficina, entendió que solo había una cosa que la ataba: su querido perro Rusty. Ni Brian ni tan siquiera su familia, sino aquel viejo labrador. El animal no vivía en Londres con ella, seguía en The Birches, pero Jane lo visitaba cada fin de semana y, lo más importante, sabía que nunca sería capaz de abandonarlo. Pero entonces Rusty murió.

Antes de casarse, tenía que conocerse a sí misma.