Gabriela Alburquenque

Se pregunta si tiene voz y si no, dónde la dejó. Es que cuando entra en sus recuerdos lo hace como entrando a un cuerpo de materia irreconocible, porque los escucha en una voz que no es la suya. Aunque ella persigue y alcanza las ideas, no siempre se queda con ellas y mala suerte la de Laura, porque los que vienen antes no son capaces de cederle la memoria, de hacerla correr para que escurra en palabras. No. Ceder la memoria es ceder la existencia. Ceder la existencia es perderlo todo. Y cuando se pierde to—.

Ceder significa abrirse un poco para que algo salga, para que algo entre

Se pregunta si tiene voz y si no, dónde la dejó. Es que cuando entra en sus recuerdos lo hace como entrando a un cuerpo de materia irreconocible, porque los escucha en una voz que no es la suya. Aunque ella persigue y alcanza las ideas, no siempre se queda con ellas y mala suerte la de Laura, porque los que vienen antes no son capaces de cederle la memoria, de hacerla correr para que escurra en palabras. No. Ceder la memoria es ceder la existencia. Ceder la existencia es perderlo todo. Y cuando se pierde to—.

Ceder significa abrirse un poco para que algo salga, para que algo entre

Se pregunta si tiene voz y si no, dónde la dejó. Es que cuando entra en sus recuerdos lo hace como entrando a un cuerpo de materia irreconocible, porque los escucha en una voz que no es la suya. Aunque ella persigue y alcanza las ideas, no siempre se queda con ellas y mala suerte la de Laura, porque los que vienen antes no son capaces de cederle la memoria, de hacerla correr para que escurra en palabras. No. Ceder la memoria es ceder la existencia. Ceder la existencia es perderlo todo. Y cuando se pierde to—.

Ceder significa abrirse un poco para que algo salga, para que algo entre

No van a llegar, piensa, mientras pone la mesa como la ha puesto siempre desde que su madre murió. No van a llegar como una esperanza para no tener que sentarse a comer y contarles ahora que tenía, por fin, algo que decir. No van a llegar, pero llegan

Ahora los domingos los siente pesados en el cuerpo. A esta altura de la vida, sabe que el problema no son los días en sí, sino que había sido educada para no hablar y los domingos los sentía como una obligación en la lengua, como un lápiz para aprender a modular, como un molde en el paladar antes de un estudio de ortodoncia; castigo o deber que por obligación acepta, porque antes que todo, era y había salido bien portada, eso nadie lo podía negar

Ahora los domingos los siente pesados en el cuerpo. A esta altura de la vida, sabe que el problema no son los días en sí, sino que había sido educada para no hablar y los domingos los sentía como una obligación en la lengua, como un lápiz para aprender a modular, como un molde en el paladar antes de un estudio de ortodoncia; castigo o deber que por obligación acepta, porque antes que todo, era y había salido bien portada, eso nadie lo podía negar

una isla sin huella ni rastro lanzada al paisaje

Laura va al computador, busca una respuesta, algo, teclea un par de palabras sobre la búsqueda de Google.

¿Dónde tienen el corazón las casas?

Cierra el computador, no puede con las acciones, con todo ese presente detenido, estancado, en peligro de demolición, en estado de alerta. Su vida es un aviso de páginas amarillas ahora, así lo siente, y no puede dejar de pensar en cuándo lo va a dejar de sentir así

Laura cultiva la necesidad de mirar atrás desde que siente que avanzar significa perder algo,