Él se quedaba en casa leyendo un Robinson de hojas desgastadas. Olía a buenos guisos. Esperaban carta y dinero desde Marsella, Argentina o Canadá. Uno de esos días llegó la noticia de que su padre se había ahogado en las inmediaciones del Bósforo. También con lluvia salió él una mañana, a los dieciséis años, a hacer su primera travesía