VOLUMEN
En su autobiografía, la alcohólica tejana Mary Karr dice que solo si está borracha se amortigua el volumen. Me identifico con esa frase, escrita por alguien tan inadaptado y en pugna con su propio carácter como yo. El ruido interior, la voz acelerada de mi cabeza, que no cesa, me resulta aún peor que el fragor que me ataca y aturde desde fuera. Mi palabra interior —por lo menos solo oigo una, que parece ser mía— es precisa pero ininterrumpida, de una intolerable lucidez y no me concede ni el respiro de los puntos y aparte; es un rabioso crepitar de la mente. Antes no era así, o por lo menos no lo percibía con un ritmo tan intenso. Supone la incesante sucesión de obsesiones, amarguras, temores, insanias tortuosas y pensamientos atroces