Aunque la idea de que las manifestaciones de Barcelona y Chile siguen el ejemplo de lo ocurrido en Hong Kong es descabellada, esto no quiere decir que los desórdenes de Hong Kong, Cataluña, Chile, Ecuador y Líbano, por no hablar de los gilets jaunes en Francia, no puedan reducirse a un denominador común. En cada uno de los casos, una protesta contra una ley o medida concreta (la subida del precio de los carburantes en Francia, la ley de extradición en Hong Kong, la subida de las tarifas del transporte público en Chile, las largas penas de cárcel para los políticos independentistas en Barcelona, etc.) estalló en un descontento generalizado que, obviamente, ya estaba ahí, al acecho y a la espera de cualquier circunstancia que lo hiciera detonar.