—La primera vez que estuvimos juntos solo duró tres meses, pero fui incapaz de imaginarme un solo año sin estar contigo. Ahora, después de todo lo que hemos pasado… soy incapaz de imaginarme una vida sin ti. Y sé que esto suena muy precipitado y cursi… porque, joder, está quedando más cursi que cuando ensayaba… pero me da igual. Quiero estar contigo. Y, aunque sé que no necesitamos un papel en el que ponga que nos queremos, sé que para ti es importante, por eso también lo es para mí. Así pues, lo dejo en tus manos. Jen… ¿quieres casarte conmigo?
Como digas que no, te juro que me mudo a otra cabeza.
En realidad, no estaba segura de qué quería decir. Jack había abierto la cajita, y el anillo dorado arrancó un destello de luz; yo lo miraba con la boca entreabierta y el cuerpo completamente paralizado.
—Es un buen momento para decir algo —añadió al cabo de unos segundos. Los nervios lo delataban—. Preferiblemente un sí, pero, eso, mejor que lo decidas tú misma.
Por fin reaccioné. Carraspeé y me puse a asentir frenéticamente. Jack me miraba como si no pudiera creérselo.
—Sí —dije en voz baja.
—¿Sí?
—¡Sí!
—¿En serio?
—¡Jack, que sí!
—Pero… ¿en serio?, ¿de verdad?
En medio del ataque de nervios, conseguí reírme.
—¡Jack, te estoy diciendo que sí! ¡Ponme el anillo de una vez!