A diferencia de las boutiques de moda, en Edén no nos dirigíamos a las clientas por iniciativa propia, lo cual era de agradecer; pero, como es natural, si nos preguntaban, debíamos responder. Ojalá no me hubiese detenido a ordenar la ropa y hubiese ido a hacer la pausa directamente.
—A ver, pues… —dije mientras pensaba para mis adentros y comparaba los jerséis—. Yo diría que este, ¿no le parece? —respondí señalando el de color fucsia—. Es más alegre.
—¿Tú crees? ¿No es demasiado llamativo para mí?
—No, para nada. Pero si prefiere un color más discreto, entonces mejor el marrón. También irá más calentita con el cuello alto.
—Pero este me parece un poco sobrio, quizá.
La conversación prosiguió sin llegar a ningún puerto.
—¿Por qué no se los prueba? —le pregunté, pero me respondió que no, que le daba pereza.
Yo reprimí un suspiro y señalé el jersey fucsia.
—En mi opinión, este color es más bonito y va más con usted —dije, y por fin el ambiente se distendió.
—¿Ah, sí?
La clienta miró el jersey fucsia fijamente y después levantó la cabeza.
—De acuerdo, me quedaré con este entonces.
La mujer se puso a la cola de la caja. Yo doblé el jersey marrón de cuello alto y volví a colocarlo en la estantería. Acababa de perder quince minutos de los cuarenta y cinco que tenía de pausa. Salí por la puerta de atrás, reservada para empleados, y me crucé con una dependienta de una tienda de una marca de ropa para gente joven. Llevaba una elegante falda plisada con un estampado de color blanco y verde aceitunado que ondeaba al aire.
A pesar de trabajar en la misma planta de ropa que yo, a mi parecer las chicas de las tiendas de ropa de marca vestían con más estilo. Sería porque les hacían ponerse prendas de sus propias tiendas. Gracias a ellas, que llevaban camisas vaqueras y el pelo ondulado y recogido, Edén parecía más moderno.
Pasé un momento por mi taquilla, cogí la bolsa cuadrada de vinilo que uso para el almuerzo y me dirigí hacia el comedor, que era de uso exclusivo para el personal.
El menú ofrecía fideos soba y udon, arroz con curri o un plato que cambiaba todas las semanas con algo frito y un acompañamiento.