Agosto 68. Historias de amor rebelde

Él deseaba con vehemencia convertirse en un “revolucionario profesional” y ella estaba de acuerdo. Puesto que había que comer y, al parecer, todavía no se pagaba bien a los revolucionarios profesionales, ya que el movimiento feminista exigía la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, idearon una solución que les pareció —dijeron— chingona: «Yo voy a trabajar y él se va a dedicar a la revolución», me dijo Andrea un día de agosto mientras cientos de brigadas estudiantiles invadían de propaganda los camiones, los mercados, las calles y otros sitios públicos, al igual que los hogares de la ciudad

Tres semanas después del 2 de octubre, la breve relación terminó, tan inesperadamente como había comenzado. El 2 de octubre parecía haber arrancado de cuajo todas las utopías, todos los sueños; era un final de fiesta imprevisible y trágico. Todavía sacudido por el drama colectivo y por el suyo propio, él simplemente se refugió en el recuerdo de aquella tarde de septiembre

La desigualdad social no sólo nos hace vernos distintos, sino también pensar distinto, amar distinto. Y cada uno nace en un nivel diferente y con diferentes instrumentos, tanto en cantidad como en calidad, para enfrentar la vida. Digamos que nuestros «pisos de arranque» distan mucho de ser iguales.