La princesa de las almas

—Estés donde estés, el sol siempre vuelve a levantarse —le digo—. Ni los días más oscuros son permanentes.

Los hombres ansiosos piensan demasiado rápido, y los arrogantes muy poco.

Inclínense ante la nueva monarca de las Seis Islas, Selestra Somniatis.

Y todos posan una rodilla en tierra, para reverenciar a su reina.

Asden nos entrenó para ser veloces, firmes, determinados. Fuertes. En equipo, ni siquiera un inmortal tiene oportunidad.

Micah está muerto. Mi amigo. Mi hermano. Mi familia.

Cuando me besa, le prende fuego al mundo.

Sus labios rozan los míos, primero con suavidad, como si temiera romperme. Y cuando no me aparto y el mundo no llega a su fin, siento su sonrisa contra mis labios.

—No pienses en eso —me dice en voz baja—. Piensa en esto. En nosotros. En algo feliz, no en la muerte constante. Tu magia es más que eso, Selestra. Y tú también.

Recorrió el castillo luchando, a través de docenas de guardias.

Por mí.

Puedo decirle a cualquiera cuándo va a morir. Sólo necesito un mechón de su cabello.

Y su alma, por si acaso.

—¿Y en qué reencarnan las brujas? —pregunto.

—En reinas —responde Selestra, sin una pausa siquiera.